Exploraciones sobre el registro cíclico
Subjetividad, cuerpo y mirada en movimiento
La energía de este lunes es de inspiración animal.
Hace tiempo pienso en cómo mi trabajo como fotógrafa se transforma con el paso del tiempo. No solo con el paso de los años —que también— sino con el paso de las estaciones.
Mis fotografías no son iguales en invierno que en verano. Cambia la luz, claro. Cambia el entorno. Pero sobre todo cambio yo. Cambia mi ritmo, mi forma de mirar, mi disponibilidad emocional. Como si lo que pasa afuera afectara directamente mi manera de percibir el mundo.
Mi registro, como el entorno, se transforma. Se entreteje con mi cuerpo, con mis procesos, con la forma de vincularme con lo que veo. Me siento animal. Cíclica y orgánica. Parte misma de la naturaleza.
Y acá hago un *
Porque en este caso, lo cíclico no es una sola cosa.
Hay muchos ciclos que se cruzan, funden y acompañan. El ciclo del año, el de la vida, el de los duelos, el del deseo. El mío como mujer y como madre, también mi ciclo como artista. Los ritmos no siempre coinciden, y a veces incluso se superponen y contradicen.Pero orgánicamente voy surfeando la trama —aún incompleta y en proceso— y algo se va revelando.
Hay patrones, hay señales, hay un ritmo interno que empiezo a reconocer. No siempre sé qué hacer con todo eso, pero estoy aprendiendo a mirarlo y dejar que me transforme.
*Esto da para seguir explorando, para volver y volver. Ya lo haré.
Otra cosa que vengo notando es algo que cada vez se vuelve más evidente: no fotografío igual con todas las cámaras. Hay algo en el tipo de herramienta que condiciona —de forma sutil pero potente— mi forma de registrar. Hay algo en cada cámara que sostiene una forma concreta de mirar.
No es lo mismo usar la cámara analógica que la digital. No es lo mismo usar el teléfono que esa cámara “del bolsillo” que decidí reservar para lo espontáneo, lo inmediato, lo cotidiano sin pretensiones.
Ya hablé de esto otras veces, pero siento que es una observación que quiero seguir habitando, dándole tiempo para entenderlo y explorarlo mejor. Creo y siento que en esas diferencias mínimas, casi subterráneas, hay algo que me habla de mi propio proceso. Como si todas estas simples elecciones fueran parte de un micelio que va madurando, extendiéndose, revelándose.
Y en todo esto —las estaciones, los cuerpos, las cámaras— hay algo que me emociona profundamente: lo que se transforma con el tiempo.
Siento que cuanto más tiempo pasa, más me comprometo con la fotografía. No desde la exigencia, sino desde la entrega. Es un vínculo que se ensancha., que se vuelve más generoso, más nítido, más hondo.
Hoy para mí la fotografía es muchas cosas. Es puente. Es refugio. Es diario. Es sostén. Es juego. Es canal. Es territorio común. Es archivo. Es intervención. Es vínculo. Y, sobre todo, es posibilidad.
Y me conmueve ver todo lo que fue mutando. Mirar hacia atrás, nombrar el proceso, reconocer el cambio. Ser testigo directa me da fuerza, inspiración y empapa todo de sentido.
Y con todo esto, lo que realmente te quiero decir es: cada vez siento siento más profundamente que no se trata de dominar una técnica, sino de seguir encontrando —eligiendo y explorando— una forma de estar en el mundo.
Y te pregunto, ¿también mirás y registrás distinto según la estación o cámara?
Abrazo,
Lucía Cruda
No he podido resistir la tentación de decir que las palabras de Lucía Cruda me parecieron hermosas y “muy sabias”. En mi humilde opinión, reflejan algo fundamental en la vida: que lo importante no es lo que nos pasa, sino lo que pensamos sobre ello. Nos está diciendo que al crecer interiormente, logramos que nuestra conexión con el mundo se convierta en algo enriquecedor, creativo y además, una fuente de goce espiritual, un puente emocional que nos transporta a un estado de mayor felicidad. En síntesis, creo que el de Lucía Cruda es un canto afectuoso y didáctico que nos incita a crecer como personas y a sentir con plenitud. Enhorabuena. Saludos. Ricardo.